¿QUÉ ES KISTCH?

 


En el presente ensayo no trataré de dar una definición exacta del término kitsch, sino más bien ver cómo se ha tratado históricamente y con qué se relaciona hoy en día. Para ello, principalmente he utilizado el artículo de Clement Greenberg “Vanguardia y Kitsch” y el capítulo sobre lo kitsch del libro “Cinco caras de la modernidad”, de Matei Calinescu.

ORIGEN DEL TÉRMINO

¿De dónde viene la palabra kitsch? se sabe que viene del alemán, los adjetivos que más se le parecen en el mismo idioma son schund o trivial; en francés tendríamos la palabra camelote, que refiere a algo que es pobre o barato, pero, este adjetivo no puede usarse para objetos estéticos. También en francés, el término style pompier, referido al mal gusto en la pintura. El término más similar que podamos encontrar es cursi, en español, que sugiere el aspecto engañoso del kitsch.

Aunque el origen de esta palabra es etimológicamente incierto, muchos teóricos coinciden en que se originó en Múnich, entre los años 60 y 70 del siglo XIX. Principalmente, se usaba para designar cosas artísticas baratas (Calinescu, 2003, pag.232); no está claro si fue del verbo alemán kitschen (hacer muebles viejos con los nuevos), de la palabra inglesa sketch (aunque mal pronunciada), o del verbo también alemán verkitschen (fabricar barato) de donde surgió, pero todos estos posibles orígenes apuntan a una primera característica de lo kitsch: su carácter impreciso. Tras su aparición, se ha podido ver cómo, a lo largo de la historia, ha sido utilizado tanto para fines políticos, como en el caso de la propaganda soviética, hasta incluso haber llegado a formar parte de las obras de arte más caras de todos los tiempos, cuyo caso más sonado es el de Jeff Koons, con obras que alcanzan los 60 millones de dólares.

 

VANGUARDIA Y KITSCH

“Donde hay vanguardia generalmente encontramos también una retaguardia. Al mismo tiempo que la entrada en escena de la vanguardia, se produce en el Occidente industrial un segundo fenómeno cultural nuevo: eso que los alemanes han bautizado con el maravilloso nombre de kitsch […]” (Greenberg, 1939, pag.6)

Herman Broch, Clement Greenberg y Theodor Adorno tratan de definir lo kitsch como una suerte de respuesta ante el arte de las vanguardias; frente a las obras experimentales e innovadoras dentro de la literatura, la pintura o la política que ofrecían los movimientos de vanguardia, lo kitsch aparece como el movimiento opuesto, que incluso hace peligrar la cultura. Las vanguardias tienen como elemento primordial la libertad de expresión, la alteración de las estructuras clásicas de las obras, los temas tabús y una ruptura con respecto al statu quo; lo kitsch, en cambio, no pretende ser nada progresista, sino que está ahí con el objetivo principal de ocupar el tiempo de ocio de la (cada vez más amplia) clase media. No es un tipo de arte que exija un esfuerzo por parte del espectador, el ejemplo que Greenberg, citando a Dwigth Macdonald, nos da es el de un cuadro de Picasso frente a Repin, artista ruso. Entre 1880 y 1914 se produce un cambio en la concepción del ser humano con la llegada del capitalismo, lo cual hace que los artistas tengan nuevos estímulos creativos, aunque traerán con ellos una serie de problemas asociados. Se preguntan, entonces, ¿cómo podemos registrar de manera convincente este cambio? De esta forma surge el cubismo, movimiento al que pertenece Picasso, entre otros. Los cubistas no presentan una visión inmediatamente coherente de la vida, a diferencia de los impresionistas o los realistas, a los que pertenece Repin; muestran en sus pinturas objetos predominantemente artificiales y muy pocos elementos naturales. El cubismo “no le hace la corte ni al ojo ni a los sentidos” (Hughes, 2000, pag.16); esto supone un nuevo comienzo en la forma de pintar.

Los autores del Renacimiento en adelante usaban como herramienta fundamental la perspectiva, era la piedra de toque el arte. Utilizarla ofrecía una experiencia casi mágica para el espectador, y, además, la ventaja de no dejar espacio para que la imaginación se desplegase; se resume perfectamente en “usted apriete el botón y nosotros hacemos el resto” (Hughes, 2000, pag.17). Justamente en el lado contrario, el cubismo introduce una idea, ya presente en muchos campos de investigación: la de que el espectador influye en la observación. Por supuesto, esto no debe interpretarse como “todo es subjetivo”; más bien, significa que, en la construcción de la realidad, la subjetividad siempre pone algo de su parte (de forma necesaria). En términos kantianos, diríamos que la formación de la realidad como fenómeno depende, en última instancia, de las categorías a priori que el entendimiento aplica a las observaciones. El conocimiento es algo que formamos desde muchos ángulos, y así lo quiso expresar   Picasso en sus cuadros, en los que comprime todas esas partes de la experiencia en una visión sintetizada. El espectador hipotético, el campesino ruso, que observa este cuadro solo ve en él una serie de líneas que le recuerdan a algo familiar (en este caso, al cuerpo de una mujer). En cambio, cuando ve el cuadro de Repin, reconoce rápidamente todo lo que está expresado, no hay discontinuidad entre el arte y la vida (Greenberg, 1939, pag.9). El campesino, probablemente con bajo nivel cultural, prefiere el cuadro de Repin porque, como había dicho, no exige esfuerzo por su parte para apreciarlo, la única función que desempeña es la de ser una especie de sucedáneo de lo bello; dicho vulgarmente, solo está ahí para hacer bonito.

Más adelante, Theodor Adorno relacionará lo kitsch con algo que está dirigido a las masas, por estas dos características que ya hemos mencionado: es un arte fácil y es sintético, trata de imitar algo. La industria cultural es quien, a través del mercado, regula el arte y se lo ofrece a un pueblo pasivo que lo acepta, porque ocupa su tiempo de ocio. Lo kitsch es un producto de la modernidad porque se vincula con los caprichos rápidos, el carácter obsoleto, es en cierta medida un producto del capitalismo, su valor lo marca el mercado. Alexis de Tocqueville (Calinescu, 2003, pag.) relaciona la devaluación del gusto con el surgimiento de la democracia; nos hace menos exigentes, de modo que, sin importar si eres artista o artesano, debes producir en masa. Todo esto forma un caldo de cultivo perfecto para la proliferación del kitsch. Lo que acaba sucediendo es que se atiende más a la apariencia que a la realidad y, cuando esto pasa, las masas comienzan a comprar todo tipo de objetos, que se corresponden más con los antiguos estándares de belleza que con su propio gusto. Lo kitsch sugiere riqueza y superfluidad, incluso cuando el objeto no es caro.

Cierro este apartado con las primeras características que nos pueden ayudar a entender qué es lo kitsch: en primer lugar, su fácil “digestión”, es decir, no demanda ninguna clase de esfuerzo por parte del espectador; en segundo lugar, su carácter imitativo.

 

RAZONES POR LAS QUE LO KITSCH HA SOBREVIVIDO

Los dos dominios principales de aplicación de la categoría kitsch son, por un lado, en la propaganda, y, por otro lado, en el entretenimiento. Aunque normalmente se distingue entre estos dos, hay que tener en cuenta que la propaganda puede presentársenos en forma de entretenimiento cultural y viceversa. Como ejemplo de entretenimiento disfrazado de propaganda tenemos a Repin, quien ya mencionábamos más arriba, perteneciente al llamado realismo soviético, movimiento que tiene como objetivo extender la conciencia de clases a través del arte; que se elija un estilo como el realismo en lugar del expresionismo abstracto o el cubismo se explica por esa facilidad de asimilación del realismo, además de las críticas, que no tardaron en aparecer, por parte de los estilos vanguardistas dirigidas al partido comunista y de por las características propias del realismo: crudeza, obscenidad, compromiso con las clases bajas y con los movimientos de izquierdas.

Sea por aparentar o simplemente para “hacer bonito”, el caso es que, como hemos adelantado, el kitsch fundamentalmente es una imitación, una elaboración artificiosa (Calinescu, 2003, pag.226). Es algo así como tratar de mercantilizar la belleza, utilizarla como reclamo, pero una belleza que ha perdido su elitismo, “un vago ideal de belleza de la clase media” (Calinescu, 2003, pag.227). Esta es la primera razón por la que el kitsch ha conseguido abrirse camino, porque te da una belleza fácil de contemplar, que no busca una experiencia que nos relacione con valores más elevados como el bien, que no exige de nosotros un esfuerzo por comprenderla adentrándonos en ella, sino que solo tiene como objetivo darnos placer momentáneo. De hecho, es su falsedad la que nos hace poner el foco sobre aquellas cualidades que resultan agradables, sobre su destreza a la hora de imitar.

En segundo lugar, lo kitsch no solamente ha conseguido prevalecer siendo una satisfacción para las clases medias, sino que incluso ha conseguido hacerse un hueco en el mundo del arte; ¿cómo? A través de la ironía, así es como surge lo camp. Hemos dicho que lo kitsch se presenta como algo bonito, o al menos esa es su intención, como algo que procura placer visual; lo camp es una apreciación irónica de lo kitsch. Como dice Susan Sontag “es bello porque es horrible” sería la frase que resume a la perfección esta cuestión (Calinescu, 2003, pag.228). Lo camp, además de estar relacionado con la homosexualidad, el movimiento queer, el travestismo y la prostitución (cosa en la que no me detendré), se caracteriza por el gusto por la ostentosidad, la exageración, la frivolidad, la poca profundidad artística (al igual que el kitsch) y por su ridiculización de la cultura de masas.

Como tercera razón, encontramos que lo kitsch ha tratado de imitar el arte de las vanguardias, pero con una gran diferencia, y es que solo ha asumido los elementos más ampliamente aceptados por la mayoría, aquello que incluso se ha convertido en un estereotipo; esto se debe a que, como ya sabemos, el kitsch está hecho para satisfacer al mayor número de personas posible, no puede ser transgresor ni verdaderamente vanguardista. Este punto, en mi opinión, tiene mucho que ver con la imitación de esa clase de belleza o de gustos de la aristocracia, ya que las vanguardias se consideraban un tipo de arte burgués, la necesidad de aparentar y, especialmente, con el hecho de que “la gente quiere divertirse” (Calinescu, 2003, pag.239); ¿qué quiere esto decir? Pues bien, como expresa Adorno, lo kitsch proporciona un tipo de experiencia estética que no supone ningún esfuerzo y que, además, libra del aburrimiento. Es por esto que, gracias al desarrollo de la tecnología y al aumento de la demanda, lo kitsch se convirtió en algo tremendamente lucrativo. En literatura, Tocqueville compara la escrita en épocas aristocráticas con la escrita en tiempos de la democracia, y afirma, sobre los placeres de la mente, que “se les considera como entretenimientos transitorios y necesarios entre los trabajos serios de la vida” (Calinescu, 2003, pag.235).

 

¿QUÉ ES LO KITSCH?

Con todo lo que hemos visto hasta ahora, ¿qué podemos decir sobre lo kitsch? Lo kitsch es un fenómeno relativamente reciente, que se relaciona con el mal gusto, o más bien, en mi opinión, con el “gusto por el mal gusto”. En cualquier caso, según Calinescu, todo esto tendría que ver con la manipulación ideológica. A lo largo de este texto hemos hablado de cómo lo kitsch surge como respuesta al arte de vanguardia, desarrollándose poco a poco y convirtiéndose finalmente en un producto para las masas. Las principales características que yo he destacado son la facilidad contemplativa (o facilidad de “digestión”), ósea, el hecho de que no sea necesario un nivel cultural ni intelectual muy alto, por parte del espectador, para poder disfrutar de ello; a continuación, su carácter imitativo, y, en especial, en mi opinión, de la belleza. Lo kitsch, a través de elaboraciones artificiosas nos ofrece una experiencia de lo bello rápida, fácil, incluso a pesar de que “difíciles son las cosas bellas” . Antes que la búsqueda de status, lo kitsch cumple una función que podríamos denominar psicológica: trata de llenar un vacío, ofrecer una vía de escape ante la falta de significado de la vida cotidiana. Esto hace que lo kitsch tenga un elemento de satisfacción, que sea algo agradable. Precisamente por estos dos motivos, lo kitsch tiene (o por lo menos debería) ser de fácil acceso, tiene que ser asequible para poder comercializarlo. Por último, digamos que el arte real se caracteriza por su autonomía estética, es ajena a la praxis cotidiana y sus pretensiones teleológicas, al contrario que lo kitsch, que apunta a un objetivo en concreto, que tiene causas y motivos puramente extrínsecos.

Otras definiciones de este mismo término, sugieren más bien que lo kitsch se relaciona con lo aparente y vulgar, cosa con la que estoy de acuerdo, pero además, como explica Gilbert Highet, “lo kitsch se aplica a todo aquello que costó mucho esfuerzo hacer y es bastante horroroso” (Calinescu, 2003, pag.232). Independientemente de su flexible significado y del origen del mismo, sigue teniendo una fuerte carga peyorativa, que se aplica a todo lo que tiene que ver con los juicios de gusto. A esto puede añadírsele que lo kitsch, como última característica que ofreceré, es sinónimo de inadecuación; no simplemente tiene que ver con su falsedad, como una réplica de una estatua griega, sino también con obras de arte originales situadas en donde no deben; en este último caso, no es que el objeto automáticamente se vuelva kitsch, simplemente el rol que en ese momento está desempeñando sería kitsch. De hecho, con los objetos cotidianos fácilmente adquiribles sucedería un fenómeno un tanto extraño, y es que, así como una obra de arte original puede convertirse en algo vulgar, algo normal puede elevarse a la categoría de verdadero arte, como ocurre con las antigüedades o los objetos vintage.

Lo último que podríamos destacar de este fenómeno es como ha pasado de ser algo aplicable a los objetos más bien cotidianos, al mundo del arte y, en especial, del mercado del arte. El hecho de que lo kitsch tenga como condición sine qua non la asequibilidad encuentra una excepción aquí, y es que dentro del arte pop, Jeff Koons se ha convertido en el artista vivo más exitoso (económicamente hablando) de este siglo. Busca acercar al hombre de a pie a la alta cultura a través de lo kitsch; pasamos de la búsqueda de status a través de imitaciones a diluir la barrera entre la alta cultura y la cultura popular. Este tipo de arte busca hacer accesibles las obras y, al mismo tiempo, rechaza cualquier significado oculto; es, simplemente, un ensalzamiento de todo lo que representa lo kitsch.

 

BIBLIOGRAFÍA:

1-     M. Calinescu: “Cinco caras de la modernidad.  Modernismo, vanguardia, kitsch, postmodernismo” ed. Tecnos, traducción de Francisco Rodríguez Martin, 2003 (obra original de 1987).

2-     C. Greenberg: “Vanguardia y kitsch” en “Arte y cultura. Ensayos críticos” ed. Paidós, 2002 (obra original de 1939)

3-     R. Hughes: “El impacto de lo nuevo. El arte en el siglo XX” ed. Galaxia Gutenberg, Traducción de Manuel Pereira, 2000.

Comentarios

  1. ¡Menudo artículo! Realmente interesante y muy bien explicado. ¡Gracias por esta entrada tan trabajada, Isma!

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    1. Muchas gracias Lydia❤, estoy procurando esforzarme para que sea interesante de leer

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  2. Respuestas
    1. Gracias Paula, no veo dónde tienes el botón de seguir

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