EL TUTOR IDEAL

Si en una de las pasadas sesiones hablaba sobre la función de un profesor,  hoy toca hablar de las funciones de un tutor. Puede que la entrada de hoy sea la menos filosófica que he hecho, pero tampoco es necesario buscar siempre un tema rebuscado del que hablar. Cuando hablaba de la función de un profesor, lo que más tenía en cuenta en ese momento es la manera en que este debe transmitir el conocimiento, sin embargo, al menos hoy en día, lo que entendemos por tutor va mucho más allá. 

De entre todas las características que un buen tutor debe tener, a saber, conocimiento de sus alumnos, buena relación con los demás, etc. la que más se podría destacar es la capacidad de despertar admiración. Esto podría decirse que se consigue a través de la confianza en uno mismo (una que se cultiva a lo largo de los años y conforme se adquiere experiencia) el sentido de la responsabilidad, la madurez intelectual y emocional, los logros objetivamente importantes y relevantes para tu trabajo que se hayan acumulado a lo largo de la vida y la transparencia. Ninguna cualidad es más importante para un tutor que esta, no obstante, esto es una condición necesaria pero no suficiente para ser el tutor ideal. Sabemos que ser admirado hará que se nos escuche mejor y se hará más sencillo que acudan a nosotros en caso de necesitar ayuda; debemos aprovechar esto para que además nuestros consejos y métodos de resolución de conflictos sean útiles. 

La relación con nuestros alumnos no puede ser de igual a igual, sino de guía y seguidor. Debemos saber ofrecer la herramienta requerida en cada momento. No es una tarea sencilla















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